espejos rotos
Estábamos sentadas frente al río, contemplado las aguas
estancadas del delta que alguna vez me enamoró y me hablaste de una extraña analogía.
Me explicaste tu teoría de las mariposas:
habías observado como en ellas se estampaban las marcas de sus depredadores en
las alas. Recordé a las hadas que tanto había cuidado en el Mariposario donde
trabajaba en Perú, ellas no se volaban ante la presencia de un animal más
enorme, más fuerte; mantenían su presencia encerrada en el dibujo de su piel:
unas alas pintadas con los ojos profundos de un búho. El poder tiene formas
particulares de aparecer. Se inmiscuye en conversaciones, incomoda al pasar,
necesita desintegrarse en palabras, se queda impregnado en las pieles. ¿Será
que acaso, cuales mariposas naciendo de su crisálida, tomamos de aquello que
nos duele, el antídoto del propio veneno?
¿Cómo apretás sin presionar? ¿Cómo se permanece en libertad
cuando te duelen las cadenas? ¿Cómo nos construimos nuestras propias jaulas? ¿Cómo
desvinculo fragmentos como piezas de un rompecabezas que se unen en otros lugares?
¿Cómo se construye una gradualidad sin órdenes? ¿Cómo nos abrimos sin aislarnos?
¿Cómo se expande una capa de vida sin retraerse? ¿Para qué esperar tanto tiempo
para nombrar lo que cae de maduro?
Me pierdo otra vez en el divague del desorden que me ofrece
la ciudad. Ante la frialdad y el no sentir. Ante el cemento y el smog. Ante la
mirada distante y la distancia de los cuerpos. Ante las luces perdidas y los taxis
frenados. Estoy, estamos eligiendo las palabras certeras, olvidándonos de los
modismos aprendidos, procrastinando todo hasta el momento infinito, hasta el
momento preciso, la hora adonde a las dagas se les permite destruir corazones.
Momento exacto de conflicto en la Trinidad eterna del loop de mi rendición. Animales
presos de la rueda que no para de girar, Anubis tirando de un lado, Tifus del
otro como perfectos maestros de las pruebas del ir y venir, del girar y tirar,
del bajar y subir, de la felicidad y la tristeza en su lugar. Cada uno
construyendo una narrativa nueva y poderosa, cada uno víctimas del amor que los
trajo al mundo.
Sin embargo, un puente nunca se construye de un solo lado
decía Cortázar y tenía razón. Los vínculos siguen siendo un espejo misterioso
para mirarse de reojo. La palabra vacía. El beso ínfimo que se diluyo en el
aire. La atención plena del jadeo. El cuerpo en movimiento aletargado. Pasar
del reojo a la mirada que se sostiene en la pupila. Verse en un espejo real que
te devuelve otra gracia, otra libertad, otro encuentro. Verse en un espejo de
lo que no sos, de lo que podrías ser, de lo qué hay allá afuera.
Verse uniendo partes de espejos rotos.
Verse sosteniendo el arte de romper.
Verse. Al revés. Verse debajo de la piel.
Comentarios
Publicar un comentario