guías nocturnas*

 A mi me guía una voz.

Es una voz que no tiene cuerpo. O solamente es una palabra que no sabe como derramarse, que tiene patas desangrantes, que no tiene lugar donde habitar.
Voz que se queda clavada en el lugar donde la escuchaste. Voz que toca heridas. Se regodea con ellas, las encuentras, la acompaña, las ve por fuera, en los espejos que la rodean. Como en un conglomerado de pensamientos inconexos, destructivos, de mentes que se caen, vomitan, incapaces, no quieren poder, se sienten aplastadas, tienen miedo, huyen, pierden las esperanzas, bajan realidades, sostienen potencias, escriben papelitos.

Cómo se hace para tener fe en un aprendizaje pequeño.
En un peso vacío
En una espalda rota
En dos pájaros como manos
En manos que se transforman en pájaros
Que se salvan porque la escritura les permite hacerlo.
Escapan porque nadie quiere sentirse enjaulado, atrapado en una inercia de maquinaria creadora de cuerpo ansioso que descubre vértices que se caen, encuentros de palabras como atmósferas pesadas que no dejan de mirarse a la cara, sinergia de energías como encuentro de fuerzas opuestas que confluyen en un mismo punto.

se caen las gotas otra vez de mis hojas
ángeles guardianes de mi ser
heridas que se abren y se marchitan se acumulan en el fondo de mi garganta piden un llamado de auxilio, se rompen estructuras que revelan diablos internos.
apretar una olla a presión que siempre está a punto de romperse, de caer como las gotas de la ventana de mi casa los días de lluvia y purificación, quiero aprender de los peces que veo nadando en el río, ninguno es de mi pertenencia pero, sin embargo, cada uno nada dentro de la pecera armando un itinerario exacto, un recorrido perfecto, sincrónico,
que arma deseos, teje propósitos, máquinas deseantes del porvenir entramados en el hoy, coercionan en el amor,
capas de piel que ya se destiñen,
laboratorio de lo propio que encuentra límite, hasta donde te llega la empatía con la vida?

Él grita por las noches, la locura acecha mi ventana, ¿estará poseído? Núcleos del disturbio, caminos que no se dirigen hacia ningún lado que intentan florecer hacen lugar entre el pantano de un cuerpo ajetreado por la primavera.


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