disculpas tardías
disculpas tardías I
Te veo con esa sonrisa de oreja a oreja , linda, radiante, llena de vida.
Te veo en tu departamento nuevo, guerreándola como siempre, trabajando para vos y para todos
Te veo llevando a cabo, emprendiendo tus sueños, militando en los barrios, estudiando una carrera social y comprometida, organizada en un grupo de mujeres, todas luchando para creer y darle vida a las ideas.
Te veo rodeada de amigxs.
Te veo cantando, jugando, riendo, amando.
Te veo y solo te puedo ver porque miro tus fotos, tus imágenes, lo que le mostramos al mundo y en esa ventanilla, que me abris, en la virtuosidad del ciberespacio, te espio como quien espía una vida de la que sabe que fue parte pero se la arranco, se la extirpo antes de que ese tumor fuera maligno.
A vos, te veo.
A vos, que te enojabas muy seguido, a vos que eras tan solitaria, que te costaba tanto hacer amigos, construir relaciones, a vos que no sabias que ideología política tenias y pasábamos largas horas charlando para ver si podías develarla, a vos que no creías en la revolución pero sabias que existía, a vos que tenias datos inciertos sobre todo lo que te rodeaba y yo como gozaba de eso, para tenerte sentadas horas, escuchándome recitar datos aprendidos de mi papa o de cualquier otra persona, pero creyendo que te enseñaba de la vida. A vos que estabas perdida sobre tu futuro, que no sabias cual iba a ser tu profesión, a vos que no querias sacar tu voz, que te daba vergüenza volver a cantar acá, después de haber viajado y cantado tanto.
A vos, te veo.
Y pienso.
Que bien que te hice. Que bien que te hice alejándome de vos. Será que mancho todo lo que toco o que transformo todo lo que toco como quien tiene un poder especial? Me gusta pensar en la segunda opción, pero mas bien, en tu vida, fui la primera.
Conmigo, a mi lado, no podias crecer. A mi lado todo era vergüenza, miedo, nervios, odio, desolación, incertidumbre, mochila ajena cargada sobre tus hombros, al final, te tuviste que alejar de mi para florecer. Al final, sin querer, te había cosido las alas y solo se iban a romper, cuando se rompa el hechizo, ese, el mágico que nos mantuvo cerca, mientras duro la fantasia del amor que nos creímos, de la costumbre que luego carga el amor y todo lo consiguiente. Al final, yo siempre creía en vos pero vos no podías estar a mi lado.
Ahora estas fuera de mi vida pero estas bien dentro de la tuya
Te deseo que sigas viviendo siempre, intensamente, y que nadie mas te manche, aunque sea por un rato, aunque sea para aprender, como yo.
disculpas tardías II
Estar cerca de la gente que cree es ir a ese parque. Queda lejos de la ciudad, en Floresta, en un barrio adentrado, alejado del centro de la calle Avellaneda, la mas conocida de barrio de Flores. Pero conocido para los vecinos que viven o se criaron en sus alrededores.
Los vecinos se organizan semanas tras semanas como forma de lucha para que su parque no tenga rejas, para que en su parque siga habiendo espectáculos teatrales, musicales, artísticos, culturales. Los vecinos salen a correr por la nueva pista de atletismo alrededor del parque. Visitan la huerta, estudian en los talleres del tambo, visitan la antigua casona de los Olivera, ven los espectáculos callejeros de los fines de semana. Los vecinos disfrutan del parque y de encontrarse.
Queda lejos de la ciudad, de los centros, pero, acerca personas.
Mascotas, plantas, pensamientos, mates, música, juegos, niños.
Se aleja de la ciudad para acercar.
A mi también ese parque me acerco a mi misma. Un rato y se fue. Me di cuenta que lo que necesitaba era un parque interior.
disculpas tardías III
Sus huellas se dibujaban en la arena
Aparecían y desaparecían
Una niña les pregunta el porqué de tanta felicidad
No le cuentan pero si le devuelven la sonrisa
Hoy es su feliz aniversario, pero ya no lo recuerdan
Los recuerdos: aparecen y desaparecen
El auto, la casa, el perro, los sueños rotos
La computadora, el infeliz de su jefe, los horarios
Aparecen y desaparecen
Sus huellas se funden, unidas, ya en el mar
La arena las descubre y decide ocultarlas.
Pisan juntos, tomados de la mano, las huellas
que van licuándose entre la arenilla de mar
ya están con la mitad del cuerpo en el agua
los miedos, también
aparecen y desaparecen.
El mar se encargó, de así como hizo con sus huellas,
Desaparecer, también,
Sus gritos.
Me aferro a la vida como un bastión
Disfruto, hablo, comparto
Y también,
muero.
Constantemente.
Cuando se termina un ciclo,
cuando decido terminar una relación,
cuando abandono un trabajo por otro nuevo y mejor o no,
cuando soporto un final.
Esa soy yo misma pasando a la galería de mis habitaciones interiores
Pero antes tengo que buscar la llave
La puedo nombrar es el ciclo natural de la vida-muerte-vida
Soportar finales, dicen.
Pasar a la galería de las habitaciones interiores, dicen.
En mi lista de trabajo, por un lado està lo que esta vivo
por otro, lo que está muriendo.
Y ambas, en perfecto equilibrio.
Esa vida del goce, del disfrute, del encuentro que te ilumina el dìa
Todo ello se renueva gracias a la muerte
Ella es generosa, abundante, sabia
Es naturaleza
Y sòlo nos tenemos que dejar llevar
disculpas tardías IV
Estoy acurrucado en el sillòn junto a la chimenea en que crepita un fuego. Tengo la copa de cognac en mi mano derecha. Con la izquierda, caída, descuido, acaricio la cabeza de un perro… Hasta que recuerdo que yo nunca tuve perro. Si lo tuve en algún momento pero desde que ella se fue, la soledad se hace menos densa pensando que si, aún lo tengo. El rostro de ella se refleja en las sombras de la pared, su voz se oye a lo lejos traspasando el límite de las persianas como si nunca hubieran existido y sus pensamiento, me siguen rodeando. No creo en el amor eterno de los animales ni su fidelidad eterna pero tampoco creo en ella, y sin embargo, hoy la sentí totalmente en mi cuerpo. Estaba volviendo del trabajo, con un par de tragos encima y como quién no quiere la cosa, me quedé mirándola de lejos, esperando su presencia latente en mí. Pero mi estómago se retorció de recuerdos y mis ojos se blanquearon por un momento único. Mientras regresaba a casa luego de haberla cruzado, el perro me empezó a seguir, su presencia, aunque terrible por ser irreal me generaba cierta confianza en el mundo que me rodeaba, me creía capaz de continuar mi vida normal, aunque de mi cordura ya dudaba. El perro era manso, se rascaba las pulgas y estaba como yo: solo. Cuando llegue a mi casa, hice lo cotidiano, me senté en el sillón de mi padre a leer un libro y tomar café, que era todo un placebo de bienestar. En ese momento de quietud completa, un ruido hizo mi cabeza girar hacia detrás de mis espaldas y allí estaba ella, tal cual, la había dejado esa noche frente al mar, con su vestido marfil y su larga cabellera negra suelta. En realidad, tal cual no, porque esa aquella vez cada pedazo de su cuerpo pasaron a ser míos. Lentamente, mi cabeza retomó su posición original y volví a bajar la mano para acariciar, esta vez, de manera más intensa a mi perro.
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