Las palabras nos tienden puentes a través de los silencios de la vida,
Los silencios suelen ser vastos compañeros de madrugadas sin sueño
Los silencios de los durmientes por donde pasa el tren
Los silencios de la duermevela del ocaso onírico
Los silencios del quebranto que llama como un suplicio interior
Los silencios que agota el llanto
Los silencios de la tarde que se viste de gris en invierno
Los silencios de las temporadas de aislamiento donde se prepara el guiso en la lumbre de los corazones
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¡andá saber que misterioso halo de luz comprende a todo el silencio de la humanidad! si tuviera tanto que callar y contener dentro de cada pausa, cada coma, cada punto, si tuviera que elegir que poseer dentro de ese ápice de tiempo que le brinda el aire con que colma sus pulmones, sin embargo, no está, no sucede, aparece cuando no se lo nombra, extraño divague del viento
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y en un vértice me encuentra, nombrando de dónde vengo, hacia donde voy, en lo que me convierto cuando estoy en presencia, con los pies anclados en la tierra y la frente mirando a la vida a los ojos, esos pies, echan raíces y se transforman en palabras, que necesitan una manifestación.
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hoy, las palabras son nuevas porque buscan sus modos de ser dentro de los apretados pliegues de los minutos que las ahorcan
hoy, son voz de mujer que les permite expandirse en una manifestación arquetípica de potencia.
es allá hacia dónde vamos, a arrojar las palabras para quién tenga que desempolvar una esencia del cajón, se permita hacerlo, aceptar ese latido y echar a andar.
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