cuerpos en acción

        

     

El cuerpo como revelación I 


                "Desde que abro los ojos, me es imposible escapar a ese lugar que ansiosamente, habita en cada despertar" Foucault.

    Mi cuerpa es un territorio inexplorado, incomprensible, mar y territorio
de fluidos y luchas. Es el espacio que ocupo en la fragilidad- inmensidad del tiempo que habitamos. Mi piel son los límites que esa cuerpa impone en el lugar que pisamos, que caminan nuestros pies. Parte de ese cuerpa. Envase contenedora de emociones, sentimientos, utopías, sueños, pensamientos y muchas tristezas y alegrías.

Mi cuerpa me lleva por el tren, el subte, las calles, las rutas, las instituciones, es un eterno compañero y un constante punto de inflexión para mi quebrada percepción de mente- cuerpo - vida. Ese contra espacio, tan mío pero siempre también tan público, tan visible, tan formado por las configuraciones sociales, las opiniones ajenas, lo aprendido en la escuela, es para mi, el territorio que toman las luchas. Por que las luchas se hacen cuerpa, sangre, lágrimas, venas, arterias, toman parte del mundo material y se expresan con su poder. Pero también mi cuerpa se reconoce en si misma cuando es tocada por otra cuerpa, por que siente esa comunicación, ese ir y venir de mejillas dándose besos al aire, esas manos que se cruzan en las cocinas de las casas , esos pechos de amiges que se aprietan al abrazarse, esos labios suaves que se encuentran para el beso dulce del amor o esos ojos que encuentran a los otros en alguna calle de algún país. Dicen que el amor cumple la misma función que el espejo: devolver la imagen del cuerpo.

El espejo donde me miro por las mañanas, fue el primer maestro que me enseñó que tenía una cuerpa, me devuelve mi imagen inerte, pero mutable: los rulos, las cavidades de mis ojos verdes, la boca delineada, los orificios de mi nariz grande de tanto ser intervenida, las incipientes arrugas, el ceño que quedó marcado en los últimos duelos, la verruga al lado izquierdo que no se irá jamás. Condenado mi rostro a sus rasgos de nacimiento.

Quiero dejar la condena de nacimiento, volverme lucha, devenir cuerpa nueva, cambiar la piel, cuidar el alma que habita dentro mi pulso vital.

Por que mi habitación de carne y hueso me permite transmutar, se desplaza junto a mi, llega Urano y nos da vuelta el tablero y nos muestra, nos incomoda, por que al fin la incomodidad también es movimiento y señal que sentimos, que estamos vivimos. La incomodidad, la vida, el movimiento, la señal, lo que siento, lo que estoy, lo que vivo, lo percibe la cuerpa. Todo comienza y concluye en estos delicados pero sólidos límites materiales.

La cuerpa, esa territorialidad tan explorada...


             El cuerpo como revelación II


Que tu cuerpo sea siempre un amado espacio de revelaciones, decía la poeta que venía en las palabras como claves, como llaves. Me hizo recordar la cuerda de mi guitarra que siempre se tensa, arma una melodía, canto una canción, descubro una canción y la cuerda se vuelve a tensar, se vuelve a romper. Gravita, genera un límite, decide romperse, se descoloca del lugar donde estaba. Como en un trampolín de rocas, mi fe sube hasta la montaña más alta para decidir tirarse. Recojo imágenes, pero a veces, dejo la canasta a un lado de mi cuerpo, como si lo abandonara, como si ya no pudiera sostener mi brazo el peso de una canasta cuasi vacía pero llena de sentidos. Me doy el silencio a la acción de la mano escribiente, le doy el tiempo a la consciencia de sí mismo. Como en un espejo rebotador, las historias se vuelven a tocar de cerca. En la intimidad de la noche, en la cercanía de los cuerpos, en la sexualidad incipiente, en las máscaras que nunca se cae, en la que se transfiguran, en la otra puerta de la conciencia que emerge del tercer ojo de quien decide mirar. Se repiten las experiencias como pintadas por el mismo artista plástico, ¿es necesario re-escribir las mismas situaciones? ¿Somos nosotros quienes somos mirados por el artista o el artista se inspira en nosotrxs para pintar su cuadro? Nos inventamos que los cuadros son las galerías por los pasillos de la vida que vamos atravesando, nos planteamos excusas, tiramos la propuesta, exponemos la sensibilidad, la presencia y la escucha y, de repente, plop, alguien tira de hilo del titiritero, moviste un brazo, el cuerpo se desintegró, me piden que me relaje, como si la relajación no fuese un estado que se busca, la espalda se me derrite, no pretendo que sea lento producto del calor de otro cuerpo, solamente dejo que suceda, cuando ya ni siquiera puedo advertirlo, estoy en el piso, el piso de tu cuerpo, delineada por tu boca y tu cuerpo un cuenco en el que puedo vertirme, al que puedo ceder ante la opresión de mi violencia. Los mecanismos de la mente se convierten en entidades de aprendizaje permanente, en espacios en pausa que permiten dar cuenta de los oleajes interiores y que hacían ruido al chocarse. Me gustaría retroceder y observar todas las historias como parte del mismo entramado psíquico, pero se corta y solo encuentro historias en rincones como papeles que forman un mismo pentagrama, no las puedo elegir, son reinas en mi júbilo, princesas de mi desidia. Se aglomeran en mi cuello, generan erupciones en mi garganta, caen, temerosas por mi saliva y llegan algún recinto de mi cuerpo. Tiempo, maldito vigía de las vidas humanas, ¿dónde estarás registrando estos momentos?  

 

 

 

  




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