Jenny


Había pasado ya un mes plagado de imàgenes y rostros de ella. Aunque quisiese, ya no podìa olvidarla. ¿Y eso por que? La habìa observado de cerquita desde que la encontrò haciendo compras en el mercado. Era la primera vez que la veìa en el pueblo o por lo menos eso creìa, aunque su rostro se le hacìa tan familiar...tal vez ya se habìan encontrado en algùn sueño. 

 La habìa seguido por las calles, se creìa capaz de conocer y poder clasificar sus gustos y caprichos.

Ella era una mujer, como cualquier otra por admirar, pero habìa un sonido ùnico en su voz que la hacìa especial. De eso último se había dado cuenta una tarde cuando la siguió hasta el almacén y escuchó cuando pedía un paquete de cigarros. 

"Un malboro de diez"-, dijo la mujer al pasar y èl sintiò que su corazòn se le caìa sobre la mano. Todavìa no se animaba a presentarse. 

Revisò en algùn rincòn de los recuerdos de su infancia y viò. Habìan jugado tantas veces a la pelota en el terreno baldío a la vuelta de su casa y después, para festejar la victoria y la derrota, también, coronaban unas cervezas en el bar de la esquina. 

El mismo donde todas las noches los borrachos del pueblo elegían una muchacha que le calmara las pasiones físicas que los aquejaban. 

"¡Más en invierno!", decía su abuelo. Pero él no. 

Sabía que Damián sólo contemplaba de lejos, a esa mujer que había llegado a su ciudad natal, escapando del odio. Creía saberlo todo de la mujer pelirroja y corpulenta a quièn habìa espiado durante tantos dìas seguidos. Pero, aùn, necesitaba rebobinar màs atràs. Comprender su pasado : a sus padres, a sus compañeros olvidados, los retos de la infancia...

Pero se habìa olvidado de algo: nunca la habìa mirado directamente a los ojos. Y asì tampoco la recordarìa. 

Jenny volvìa a su pueblo con el motivo de un tràmite. Habìa decidido cambiar su documento de identidad cuando ya era tarde para su cuerpo. 

"¿Cuanto tiempo tengo que esperar el envío?"


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