aquel humo verde escarlata



La noche de anoche estaba especial: chuparse las estrellas con los dedos era un lujo de pocos, aunque de muchos eran las ganas de no tener más horarios o que el mundo no estuviera estructurado en semanas, días, horas sino en ganas, momentos, espacios. 

“Los espero en mi taller. Avisen cuando tengan ganas de venir y veré si tengo ganas de recibirlos. Saludos” o  “en el espacio de una vez cada dos fines de semana, los espero” o “cuando haya luna llena nos vemos”.  Pero no. Todo tiene que suceder de lunes a viernes (de tal a cual horario) para el hastío de los que odiamos las rutinas, los que preferimos la vida en constante movimiento, con emociones y aventuras, que aparecen debajo de las macetas de la entrada a tu edificio o detrás del espejo cuando te estás cepillando los dientes. 

A mí me pasó. Me estaba cepillando los dientes: abrí el vidrio típico que tiene su diseño basado en los portales mágicos, donde uno los abre y te llevan; pero, en su caso, a dimensiones más cuadradas y rectangulares y tal vez a otros productos de higiene, pero a otros espacio, al fin. Estaba abriendo “el portal mágico” del espejo del baño, creyendo que detrás iba a encontrar la pasta de dientes, pero no, esta vez no. No había nada. Absolutamente nada. Ni estantes rectangulares, ni algodón, ni gasas, menos pastas dentales o ventanas mágicas donde se pudieran divisar mundos de colores, nubes de fresa o árboles de menta. Simplemente un agujero sombrío, grisáceo eterno lleno de humo verde escarlata. Al principio, creí que era la humedad. La pareja de al lado se habían quejado ayer, justamente, de unas filtraciones de nuestro departamento al de ellos. Lo deje pasar. Atribuí el humo a mi poca capacidad de despertar consciente a las seis de la mañana cuando me levantó para ir a trabajar. 

17:00 Paso por el lavatorio otra vez para enjuagarme la boca, después de haber hecho sexo oral, como es conveniente. Abro el espejo y ¡otra vez el humo verde escarlata que se desperdiciaba por el agujero donde, en algún momento, había existido una estantería en mi baño! Me desesperé. Busqué el Raid. Si bien en la propaganda de la tele decían que “los mata bien muertos”, tal vez se refería a cualquier bicho que se presente de múltiples formas en tu hogar.  Podía probar. Rocié todo el sector con el aerosol negro, color muerte, para diferenciarlo del perfume de baño o el desodorante y no echártelo en el cuerpo o en la cama. 

No pasó nada. En realidad, no pasó nada adverso, más bien tuvo un efecto expansivo. El humo color verde escarlata  comenzó a salirse del sector anteriorestantería/espejodelbaño/portalmágico para propagarse por cada recoveco de baño, dentro del inodoro, ducha, porta jabón, bidet, esponja, papel higiénico, alicate, hongos y demás habitantes de ese espacio. Desesperada, corrí hacia el marco de la puerta y observé “la revolución del humo verde escarlata” como espectadora pasiva, pero sin que me llegara a tocar. Veía como el humo, que hace unas pocas horas atrás se conservaba seguro e intacto, dentro de la estantería del espejo ahora se hacía dueño del espacio /tiempo de mi baño y temí, especialmente, porque cada vez tenía más ganas de hacer pis y no me sentía capaz de ir al baño en esas condiciones humosas.  Me hice humo, cerré la puerta del baño y escapé a la cocina, donde todavía estaba mi pareja, preparándose un té. 

-No te recomiendo que vayas al baño. Hay mucho humo. 

-Ah, bueno. Contestó y siguió tarareando una canción. Hubiese sido lo mismo que le hubiera dicho que Hulk estaba creciendo en nuestro baño. Decidí no preocuparme de más y me hice una tostada de mermelada de ciruela.


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